Secretos y ocultamientos en las familias


Secretos y ocultamientos en las familias

Autor: Marina Titarelli


La palabra secreto proviene del latín “secretum” y se relaciona con aquello que conocen unos pocos y no se muestra o comunica a los demás, es lo oculto, o escondido, imposible o difícil de conocer o que aún no se conoce.

Un secreto es un conocimiento sobre algo que debe ser ocultado y que presenta una intensa carga de sentimientos relacionados, como el temor, la vergüenza y la culpa, ya que está prohibido hablar abiertamente sobre ellos, aunque en general toda la familia los conoce pero no se habla o es de conocimiento de algunos pocos dentro y fuera de la familia. De esta manera, constituyen una modalidad de negación colectiva, ya que sirve para evitar el dolor y el conflicto y puede ser patológica o no.

Según Losso (2001) los secretos son parte imperante del mito. Dicho autor señala que Racamier (1996) distingue dos clases de secretos: libidinales y antilibidinales. Los primeros son secretos que se ocupan del erotismo, del placer, que se guardan desde la infancia; sobre los que se fantasea, y que se comparten… en secreto. Se ocupan de los orígenes, de la escena primaria, de la concepción y del nacimiento además del amor. Son reservorios de fantasías y alimentan el contenido de los sueños.

En cambio, los secretos antilibidinales se despliegan en el campo del narcisismo y tienen una función de atadura (ligature), que es lo opuesto del vínculo libidinal. Estos secretos se refieren, por lo general, a sucesos de la historia familiar que implican transgresiones a las leyes civiles o la moral de la cultura prevalente: estafas, homicidios, suicidios, nacimientos ilegítimos, adulterios, comportamientos “extraños”, conductas perversas, incesto o sus equivalentes. Los secretos como parte del mito deben mantenerse “a cualquier costo”. De este modo, pueden permanecer a lo largo de las generaciones.

Losso (2001) explica que existen dos niveles de secretos: algunos se originan en acontecimientos que quedan en la no simbolización y fueron trasmitidos como un fantasma, dicho en otra palabras como un agujero que no tiene ni imagen ni palabras, esta no representado. En cambio, otros secretos, son conocidos por la mayoría, aunque todos dicen desconocerlos y sobre todo de eso no se habla prevaleciendo la desmentida . Los secretos antilibidinales producen un efecto de ruptura en el psiquismo de los sujetos, impidiendo el pensar y el juzgar. El pensamiento y las emociones, incluso las dolorosas, no pueden circular entre los miembros de la familia, por ende se empiezan a enquistar como tumores.

¿Por qué dispositivos familiares?

Lo que motiva a la psicoterapia familiar psicoanalítica es precisamente que los sujetos fracasan en constituirse en la singularidad de su historia y que solo prevalece una estructura familiar repetitiva, aparecen síntomas, situaciones sin sentido, migraciones vividas como escapes, absurdos, mucho dolor psíquico entre otros.

Por ello, el análisis debe dirigirse a lo que obstaculiza el proceso de subjetivación , definida esta como un proceso que consiste en una construcción del yo, una reflexión subjetiva del sujeto sobre sí mismo frente al rol o lugar que ocupa en la sociedad. El sujeto debe construirse como alguien diferente y singular dentro del núcleo de influencia en el que nace.

Cuando hay conflictos, fracasa el reconocimiento de esas diferencias, porque la familia actúa como una masa en la que comparten, pero a la vez coexiste rechazo.

El tratamiento familiar tiene como objetivo tratar lo que está en sufrimiento y generar condiciones para el reforzamiento del vinculo intersubjetivo, entendido como la interfase entre dos psiques, el entre que se forma con un otro.

Recibir a la familia en un dispositivo de terapia familiar y escuchar psicoanalíticamente la asociatividad familiar es recibir en su conjunto los diferentes niveles de expresión de la familia, contenerlos a fin de investirlos, ( darle sentido a esa emoción con energía psíquica que el analista le presta a un otro), para darle sentido a todo lo que ocurre y se expresa.

El simple hecho de que dentro de una familia se presenten individuos de diferentes edades y maduraciones hace que la comunicación se despliegue según diferentes niveles de elaboración y formas de expresión variadas; palabras, dibujos, juego, comportamiento, manifestaciones corporales. Lo más importante es percibir el grado de coherencia en la aparición de estos diferentes niveles ya que pueden producirse rupturas tanto en los enunciados como en la enunciación.

Las familias demandan ser contenidas, experimentar, pensar, elaborar un espacio terapéutico asegurador que garantice una suficiente perpetuidad del vínculo. Se trata de reinstaurar en ese espacio un vínculo familiar transicional, cuyas cualidades de contención y seguridad básicas, no pueden ser alteradas por los ataques ligados a los procesos de individuación y autonomización psíquicas.

En nuestro trabajo terapéutico nos apoyamos en nuestras sensaciones o reacciones en contacto con el funcionamiento familiar, es decir, en nuestra contratransferencia. Nuestras experiencias de sufrimiento pueden ser diferentes y vivirse como físicas o psíquicas, dolores corporales, dificultad para pensar, sensaciones de agobio o impotencia, violencia, perdida de razón, sensación de despedazamiento. Estas experiencias que la familia nos comunica y que nos hace experimentar deben ser contenidas e identificadas como efectos de la transferencia para poder resistir a los movimientos defensivos o violentos.

La presencia real de los miembros de la familia en el dispositivo de la terapia familiar es ocasión de representar, la cuna psíquica grupal familiar que ha precedido a la constitución de la subjetividad de cada uno. Es la forma de ser juntos de la familia lo que recibimos cuando proponemos un encuadre familiar en la que nuestra escucha estará centrada sobre las modalidades más arcaicas de su funcionamiento psíquico, atentos de no atacar con interpretaciones individuales o prematuras a la familia.

Al comienzo, la familia es prisionera de modalidades de comunicación y trasmisión que impiden construir una historia porque acontecimientos irrepresentables, inintegrables de una cadena de sentido abruman las capacidades elaborativas de la familia.

Las intervenciones estarán dirigidas en forma de proposiciones que constituyan la puesta a disposición del grupo de un pensamiento posible acerca de lo vivenciado ahí. No se impone pensar lo pensado por los terapeutas, si no de restaurar las capacidades elaborativas de la familia para tratar los acontecimientos de su historia.



Lic. Marina Tittarelli

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